Ante la debacle financiera internacional que afecta a muchos países europeos y EEUU, con su secuela de ajustes, recortes del gasto público y de planes sociales y desempleo creciente, se agigantan las figuras de Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, cuando en aquel lejano 2003 impusieron una quita a la deuda argentina del 75%.
Dicha quita fue el paso inicial del sendero de crecimiento económico que ha seguido la Argentina desde entonces.
Ahora que los gurúes del paradigma neoliberal siguen sin encontrar la salida a la crisis comenzada en 2008, comienzan a considerarse otras hipótesis.
Consistente con la hipótesis anterior transcribo el artículo publicado ayer 11-08-11 por Aldo Ferrer en Buenos Aires Económico, quien hace un aporte muy lúcido a la comprensión de la crisis presente y propone quitas de deuda como comienzo de solución.
Radiografía de la crisis financiera internacional
Aldo Ferrer
"La incesante inestabilidad financiera, la prolongación del estancamiento y altas tasas de desempleo en las naciones industriales avanzadas, confirma que los problemas son estructurales y sistémicos y no una fase mas del ciclo económico.
El núcleo del problema es la excesiva magnitud de la actividad financiera respecto de la economía real, la consecuente existencia de un gigantesco mercado especulativo y, como contrapartida, un nivel de deuda pública y privada incumplible, focalizada en países vulnerables (ej.: Grecia y otros miembros de la Unión Europea), sectores (principalmente el inmobiliario) y entidades excesivamente apalancadas.
A diferencia de las turbulencias anteriores, ahora los problemas contagian a la totalidad del sistema financiero y economía internacionales y configuran una crisis global de vasto alcance.
También a diferencia del pasado, en que los problemas surgían principalmente de los países periféricos (ej.: la crisis de deuda de América Latina en la década de 1980), en la actualidad, el epicentro del problema radica en la Unión Europea y EEUU.
El problema financiero se agrava en los países vulnerables de le UE miembros del Euro, por la imposibilidad de utilizar el tipo de cambio como instrumento de ajuste y, en los EEUU, por el conflicto político. En este último caso, la degradación de la deuda pública por Standards & Poor's debe entenderse como una interferencia política de apoyo a la extrema derecha republicana.
El default es inconcebible en los EEUU, cuya deuda está nominada en su moneda nacional.
En todo caso, el insuficiente ahorro norteamericano y el déficit de sus pagos internacionales, son problemas de larga data y forman parte de los desequilibrios del sistema global, muy anteriores a los acontecimientos recientes.
El problema se agravó también como consecuencia del desequilibrio fiscal en las economías avanzadas.
El extraordinario aumento del déficit, por la expansión del gasto público para rescatar a los especuladores financieros, subordina ahora a los gobiernos a ejecutar tradicionales programas de ajuste.
El objetivo, ahora dominante, del discurso y de las políticas públicas, es restablecer la confianza perdida de los mercados.
Como el problema es sistémico y no coyuntural, todas las medidas convencionales (rescates, compras de deuda pública por parte de los Bancos Centrales, contracción del gasto público, expansión de la liquidez, etc.) adoptadas hasta ahora, no logran restablecer la estabilidad de los mercados ni el crecimiento.
Las perspectivas son malas y el malestar social en varios países va en aumento.
Mientras se mantenga el mismo curso de acción, es previsible el agravamiento de los problemas actuales.
Los gobiernos de los países centrales y la opinión pública predominante se resisten a admitir la naturaleza real del problema. Por lo tanto, están encerrados en el círculo vicioso de una frustración tras otra.
Cono hemos visto en notas anteriores y acabamos de recordarlo, para restablecer la estabilidad de los mercados y reiniciar el crecimiento, es preciso erradicar el exceso de deuda en los puntos vulnerables del sistema. Esto implica un cambio radical de estrategia, el cual, si no llega por la lucidez de las dirigencias políticas, probablemente resulte de las consecuencias que cabe esperar del agravamiento de las tensiones sociales. Es, en efecto indispensable recuperar la autonomía de la política económica frente a los criterios e intereses de los mercados financieros.
Es insoslayable la reestructuración de las deudas públicas impagables y de las privadas que afectan a amplios sectores sociales, especialmente, en el caso de las deudas hipotecarias para vivienda propia.
En vez de seguir postergando la resolución del problema para adelante, es preciso reconocer que el sector financiero tiene que asumir parte del costo de una crisis provocada por los excesos especulativos y su exagerada dimensión respecto de la economía real y sus necesidades de financiamiento.
Problemas agravados por la desregulación de los mercados y multiplicados por la revolución informática que permite operar por decisiones instantáneas de los ordenadores.
La descompresión de los niveles de deuda en los países y sectores vulnerables reactivaría la demanda de consumo e inversión privados. Al mismo tiempo, ampliaría los recursos públicos para sostener la economía real y reducir progresivamente el déficit en un sendero de crecimiento.
Las políticas públicas recuperarían capacidad de sostener el crédito de producción e inversión de los bancos, mientras el sistema absorbe los quebrantos por los múltiples caminos que están incluso presentes en los estudios del G-20 sobre la reforma financiera.
Los gobiernos ganarían también capacidad de utilizar recursos para financiar políticas de salario mínimo y cobertura social, reactivadoras del empleo, como las propuestas por la OIT y aplicadas en la Argentina y otros países.
La crisis actual puede ser la encrucijada final de un largo camino, iniciado hace alrededor de 40 años, con el abandono del paradigma Keynesiano y la instalación del neoliberal..
En ese entonces se aceleró el aumento del poder relativo de la especulación financiera dentro del capitalismo contemporáneo. Diversos estudios confirman como la hegemonía financiera debilitó progresivamente la inversión productiva y el impulso del crecimiento de las economías industriales avanzadas, deterioró el empleo y aumentó la desigualdad en la distribución del ingreso. Agravó también la inestabilidad del sistema, hasta desembocar en la crisis actual, aparentemente sin salida.
En este mismo escenario, coexisten hechos anteriores, que contribuyen al desequilibrio del sistema global. Entre ellos la emergencia de China como un nuevo polo dinámico de la economía mundial y el agravamiento de las asimetrías de los pagos internacionales de las mayores economías, cuyas principales manifestaciones son el déficit de los EEUU y los superávits de Alemania, Japon, y en medida principal, China.
Al mismo tiempo el agravamiento de los desniveles de bienestar y del malestar social en diversas regiones del planeta aumentan las amenazas a la paz y la seguridad del orden internacional.
En resúmen, la irresuelta crisis de las finanzas internacionales forma parte de un escenario mundial que está muy lejos del idílico, que se suponía haber alcanzado, después del fin de la guerra fría y de la consagración de la unipolaridad centrada en los EEUU.
De todos modos la resolución de la crisis actual financiera es una condición necesaria para encarar los otros desequilibrios globales del sistema mundial."
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