jueves, 24 de septiembre de 2015

Como el bambú japonés


Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. 
En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece
¡más de 30metros!
¿Tardó sólo seis semanas crecer?
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Similar a esta realidad parece la política desarrollada por el Gobierno Nacional con el plan Conectar Igualdad, una netbook para cada estudiante, y también por el Profesor Sileoni desde el Ministerio de Educación con el Plan Nacional de Formación Docente, que está capacitando a decenas de miles de docentes de todo el país, o el programa "Red de Escuelas que programan".

Como el bambú japonés, estas iniciativas darán frutos dentro de mucho tiempo, cuando los impulsores de las mismas ya no estén en el Gobierno, o gobierne gente de otro signo político.  
Pero son este tipo de políticas las que nos pueden permitir salir del subdesarrollo.

En P12 hoy:

Premio a los chicos programadores







 Por Soledad Vallejos
Más de 300 escuelas de todo el país participaron de la Red de Escuelas que Programan, el proyecto del Ministerio de Educación nacional que aprovecha el contacto escolar cotidiano de docentes, chicas y chicos con netbooks, para iniciarlos en la programación y la robótica. Primero, explicó a Página/12 Laura Penacca, coordinadora del Plan Nacional de Inclusión Digital Educativa, fue el turno de la capacitación a docentes; después, el trabajo que esos docentes, de todas las edades, de todas las geografías y materias posibles, hicieron en las aulas. Todo ello sucedió durante el transcurso de este año, y fue el preludio al festival en que confluyeron 33 escuelas (un centro de formación profesional, tres secundarias orientadas a programación y robótica, cinco primarias, 24 técnicas) de Buenos Aires, San Juan, Tucumán, Jujuy, La Pampa, Neuquén, Río Negro, en su mayoría volcadas a proyectos de programación (23 lo fueron, en tanto que los 10 restantes eran de robótica).
Hacia el final de la tarde, el ministro Alberto Sileoni aclaró que había llegado el momento de entregar una estatuilla realizada por el platero Juan Carlos Pallarols, pero que no se trataba de “una competencia para ver quién salía primero”, sino de “un reconocimiento a todas las escuelas que participaron”. Entonces anunció que el Premio Clementina –el nombre que recuerda a la primera computadora que funcionó en Argentina, en el Instituto de Cálculo– era para el Centro de Formación Profesional Nº 401, de Vicente López, el mismo establecimiento al que su coordinador, José Avendaño,y su docente de programación, Dante San Felice, definen como “escuela de oficios”. Hace 15 años que el lugar, cuyo alumnado va de los 17 a los 73 años, trabaja con software libre.
“Damos cursos regulares de marzo a septiembre, y título oficial de programador, certificado por la Dirección General de Escuelas de la provincia”, explicó a este diario Avendaño, que recuerda que cuando empezaron a trabajar con software libre “era algo que no conocía nadie”.
–Por eso ver cómo creció el software libre es una emoción grande. Hoy hay escuelas técnicas que hacen robótica con eso, todo libre, como la de San Salvador de Jujuy, que es el proyecto que más nos gustó –había señalado Avendaño a este diario horas antes de recibir el premio.

–¿Por qué empezaron a trabajar con software libre, cuando no era común en las escuelas?

–Porque teníamos máquinas muy viejas. Y con una Pentium 4 armamos un servidor. Y con otras máquinas muy viejas que rescatamos, armamos el resto.


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