2020
Fue en el año 2020 que la mayoría de la gente
comenzó a “entender” realmente lo que es el dinero. En ese momento, muchos se
preguntaron cómo no se habían dado cuenta antes.
La mayoría coincide en que el cambio comenzó con el colapso
final de la zona euro en el 2018, un evento que se veía venir desde hace
tiempo.
La sorpresa fue que la ruptura con la Unión Europea arrancó
en Italia, y no en Grecia como todos esperaban. Resultó ser la sangre caliente
italiana la que primero se hartó de un ajuste tras otro, situación que
obviamente en algún momento se iba a tornar insostenible.
Ante estas
circunstancias, el 12 de septiembre de 2018 el presidente (del Partido
Republicano Italiano) renunció a su cargo, y en su lugar asumió el Partido
Democrático. Al día siguiente se anunció la ruptura con el euro y la
restauración de la lira (el peso italiano), aumentos de salarios y de
jubilaciones, al mismo tiempo que se volvía a fijar la edad de retiro en los 65
años.
Los pronósticos de una hiper-inflación que realizaron los
economistas ortodoxos ante estas medidas, nunca ocurrieron. Por el contrario,
la gente volvió a trabajar recogiendo los escombros que se habían acumulado
durante meses, reconstruyendo los edificios quemados y reparando calles y
edificios que no habían sido mantenidos en los últimos años.
Lo que desconcertó a todos, fue la decisión del ministro de
economía sobre cómo realizar la transición del euro hacia la lira. ¿Para qué
tomarse la molestia y el gasto de volver a imprimir liras?
Hacía un tiempo ya
que los teléfonos celulares tenían la capacidad de realizar transacciones
financieras de manera electrónica. Entonces, lo que hizo el ministro fue
eliminar todo el dinero material y lo reemplazó con dinero digital. Para esto
se le dio a cada ciudadano la Tarjeta Lira Digital (TLD) que podía ser cargada
con liras en cualquier cajero, y luego cuando uno hacía una compra éstas eran
debitadas a través de un programa en los teléfonos celulares.
Al poco tiempo, los nuevos trabajadores contratados por el
gobierno para reconstruir el país estaban cobrando sus sueldos en los cajeros
con sus TLDs y luego comprando vino, pan, pizza, aceite de oliva y muchos otros
productos más en los supermercados y negocios.
Los restaurantes volvieron a
abrir sus puertas, e incluso el Teatro dell’Opera (que había cancelado la
temporada 2017 por la falta de venta de entradas) volvió a brindar grandes
espectáculos. ¡Y todo esto se hacía solamente con una tarjeta!
Lo mejor de todo fue que en pocos meses el país se recuperó y la
crisis ya era cuestión del pasado. Después de todo, Italia no estaba en
bancarrota como decían; simplemente se había quedado sin euros.
Lo que realmente llamó la atención de todos fueron las TLDs.
Había algo acerca de cómo utilizar el dinero electrónico que comenzó a cambiar
la forma de concebir al dinero mismo.
No era porque fuera algo novedoso (hacía
décadas que la mayoría de las transacciones financieras se realizaban de esta
forma), sino más bien el hecho de que ya no existiera ni un solo billete, que
el dinero en efectivo hubiera desaparecido completamente de la faz de la tierra.
La lira ahora solo existía de manera digital, eran números en
una pantalla. Ya no se podían tener billetes, ni contarlos para saber cuánta
plata tenía uno, o guardarlos en una caja de seguridad. Tampoco se podían caer
del bolsillo o ser robados.
De a poco comenzó a desaparecer esa idea de que el
dinero era un objeto material, y por lo tanto su asociación con una cantidad
finita.
Aún más raro era que ahora todo el
mundo comprendía de donde salían las liras digitales. Éstas eran creadas por el
gobierno, con solo apretar un par de teclas en las computadoras del Banco
Central. No había ningún costo en producirlas, ni nada por el estilo. Y
no se agotaban.
Los bancos continuaron haciendo préstamos como antes, pero otra
sorpresa apareció acá también: el programa utilizado en los teléfonos celulares
para manejar las cuentas bancarias mostraba claramente que cuando se otorgaba
un préstamo, el banco NO estaba incrementando la base
monetaria (creencia que se sostuvo por cientos de años).
Cuando un panadero
pedía prestadas 100 liras para comprar harina, en el haber de su programa
mágicamente aparecían 100 liras, pero al mismo tiempo en el debe se mostraban
-100 por la deuda contraída con el banco. Así, el neto se mantenía sin cambios.
Es decir, ¡el banco no había creado ninguna lira en absoluto! Esto reforzó la
idea de que las únicas liras creadas eran las que el gobierno decidía a través
de las computadoras en el Banco Central. No había otra forma.
Y mientras esta idea cobraba cada vez más fuerza, la gente
también se percató de que la única forma que tenía el gobierno de introducir
nuevas liras digitales en la economía era comprando bienes.
Y entonces el gobierno empezó a hacer eso. Para el asombro de
todos, durante el 2019 el gobierno realizó licitaciones con empresas privadas
por más de 60 billones de liras para reconstruir y reparar la infraestructura
del país. Además se incrementó notablemente el gasto en educación pública: se
crearon nuevas escuelas y universidades, se aumentaron los sueldos y la
capacitación a los docentes y así la educación pasó a ser prioridad
nacional. Esto se tradujo en una rápida caída de la desocupación ya
que eran muchas las obras que había que hacer: la tasa de
desempleo, que se ubicaba en torno al 40%, cayó a menos del 10% en
2020.
La caída del desempleo hizo que las discusiones de política
económica pasaran a centrarse en la estructura impositiva.
Lo más interesante
fue que la introducción de la lira digital hizo que se dieran cuenta de que el
fin principal de los impuestos no era recaudar dinero para financiar los gastos
del gobierno.
Había quedado perfectamente claro que el gobierno podía gastar todo
lo que quisiera simplemente creando más dinero con las computadoras del Banco
Central; para eso no era necesario primero tener que recaudar
a través de los impuestos.
Por el contrario, la razón principal por la que son
precisos los impuestos es para retirar dinero de la economía, y así evitar
presiones inflacionarias en el mercado.
Si bien todavía no habían aparecido
señales de aumentos en los precios, parecía inevitable que esto sucediera en el
corto-mediano plazo dado que la economía avanzaba velozmente hacia el pleno
empleo.
Así, el gobierno se dio cuenta del efecto que tenía la
aplicación de impuestos: retirar liras de la economía que previamente el mismo
gobierno había creado, y así controlar la cantidad total de dinero para que no
se desataran presiones alcistas sobre los precios.
El siguiente punto de discusión fue acerca de la otra función
que tiene la aplicación de impuestos y el gasto público: la redistribución de
la riqueza y los ingresos.
De este modo, se sostuvo la idea de que se debía
seguir utilizando este recurso como herramienta de redistribución (a través del
seguro de desempleo, impuesto a las ganancias, gasto social, etc.) pero se
dieron cuenta de que como ya no era un objetivo el tener que recaudar para
poder gastar, se eliminaron los impuestos que afectaban a toda la población de
forma regresiva, como el IVA por ejemplo.
Hubo, sin embargo, un grupo de personas en particular que no
estaba contenta con todo esto: los corruptos.
Como ahora todo el dinero era
digital, al poco tiempo se creó un programa que podía rastrear cada lira que
había creado el gobierno y ubicarla en todo momento, sabiendo quién la tenía.
De este modo, resultaba extremadamente difícil lavar dinero, no declarar los
ingresos o quedarse con una tajada de una licitación pública, por ejemplo.
Rápidamente estas actividades delictivas se redujeron de forma drástica.
El resto del mundo estaba observando lo que sucedía en Italia, y
con mucho interés por supuesto.
Los economistas ortodoxos estaban teniendo
serios problemas para explicar la “Primavera Italiana”: no podían
entender cómo es que el supuesto déficit fiscal que se estaba acumulando en las
finanzas públicas de este país en realidad no era una deuda que tenía que ser
pagada en el futuro.
Sin embargo su confusión comenzó a
disiparse cuando el sector financiero (esos mercenarios que hicieron que la
Unión Europea se rindiera a sus pies durante todos esos años que duró la crisis
de deuda, haciendo subir las tasas de financiamiento de los países deudores y
al mismo tiempo negándose a la más mínima quita de intereses), viendo el
impresionante crecimiento que había logrado Italia en tan poco tiempo, quiso
volver a comprar bonos públicos de este país.
Entonces el ministro de
economía dijo: “¿Bonos? No tenemos más bonos para vender. ¿Para que querríamos
vender bonos? Ya no necesitamos financiarnos a través de préstamos” A lo
que los mercenarios respondieron: “¡Pero nosotros queremos comprarles bonos!
Necesitamos un lugar donde colocar las cantidades monstruosas de dinero que
tenemos y que nos den intereses. ¡Necesitamos que ustedes emitan bonos así
nosotros se los compramos!”.
Y el ministro replicó: “Si ustedes quieren
invertir su dinero en Italia, pueden poner una fábrica, traer una nueva
tecnología que convierta la luz solar en energía eléctrica o financiar un nuevo
teatro…pero no vengan con la idea de comprar bonos.
Ya no estamos más en el
negocio de guardarles la plata con la que no saben qué hacer y encima pagarles
un interés por ello”.
Corría el año 2020, y el mundo entero recién entonces comenzaba
a entender cómo funcionaba el dinero.